domingo, 10 de febrero de 2013

La Opinión de Gloria Cepeda en El Farol


IncertidumbreGloria Cepeda Vargas

Con este rótulo intento hermosear  el escenario donde Venezuela se encoge y se desdobla. El “perraje”, como llaman por aquí a los ciudadanos de a pie y hasta la crema y nata no chavista, ignoran quién tiene la sartén por el mango. Hace casi dos meses Hugo Chávez partió por última vez a La Habana y desde entonces solo hay reportes acerca de su estado de salud, tele o radio transmitidos por Maduro, Diosdado, Elías Jaua, Canciller de la república o Ernesto Villegas, Ministro de Información y Comunicaciones. Dos puntales intentan sostener este edificio que amenaza con venirse abajo: Nicolás Maduro, vicepresidente y gobernante encargado y Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional.
Lamentablemente para ellos, carecen del gancho que  utilizaba de maravilla el último inquilino de Miraflores. Chávez era ignorante pero memorioso, ordinario pero impregnado de pies a cabeza con una desmandada mezcla de rumba,  gracia orillera y osadía nunca vistas en ninguno de los Carlos Andreses, Lusinchis o Calderas que lo antecedieron. Para esa bandada desplumada, para ese 52 o 53% por ciento de habitantes de quebradas y cerros, era  padre,  hermano,  amigo,  confidente, compadre, llave, vale, promesero fallido pero esperanzador. Realizó lo que no pudieron hacer ni las  invasiones de los andinos, el terremoto de los  sesenta o el deslave del 99: atornillar el pueblo en dos orillas irreconciliables  descoyuntándole el cerebro y el alma. La polarización de esta sociedad, cordial y solidaria antes de su llegada, es su única obra hasta ahora perdurable. Familias enteras divididas, amigos perdidos, chiquillos  que repiten como loros lo que dicen las cartillas bolivarianas, adolescentes de un solo ojo, es decir,  ciudadanos en agraz sin más noción de gobernante que un mestizo  de boina roja y chaqueta tricolor protagonizando  desfiles militares y  saraos vocingleros  durante catorce años de sus vidas.
Caracas es la segunda ciudad más violenta del mundo. Las noches caraqueñas dan miedo. Sesenta o setenta asesinados cada fin de semana solo en Caracas, dan fe en la Morgue de Bello Monte del tenebroso son. La bicefalia protagonizada por Maduro y Diosdado, descontrola a un pueblo que oscila entre la adoración y el odio. Maduro anda ya en campaña presidencial. Más chavista que Chávez, procura emularlo sin conseguirlo. Ayer nos embutió ¡tres cadenas por televisión en dos horas! cuatro quintas partes de sus arengas son  patética exhibición de sosería e indotación mental. A Diosdado  se le escapa hasta por los poros un mefítico olorcillo de cuartel. Ex militar, encarna uno de los más desapacibles ciudadanos de la otrora Sultana del Ávila. Así vamos ¿o venimos? ¿o como decía un presidente venezolano ya difunto: “ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario”?  

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