¿Disminuye
la religión?
Guido
E. Enríquez Ruiz.
En
El Tiempo de Bogotá, el 20 de enero pasado, he encontrado que según el Pew Research
Center de Washington, en el mundo de hoy una de cada seis personas no tiene
religión. En el mismo artículo hallamos que las dos religiones que son
típicamente políticas, el cristianismo y el islamismo, ocupan los primeros
lugares en número de fieles. Ambos sistemas han estado, desde su origen,
ligados a políticas estatales y fueron fundados por comerciantes
mezoorientales. Ambos se han distinguido por ser agrupaciones violentas que han
confirmado lo que afirmaba Tito Lucrecio Caro (94 a 50 antes de Cristo) en su
poema De natura rerum: “la religión ha engendrado crímenes e impiedades”. Poco
a poco la humanidad va superando la etapa religiosa, que es etapa de ignorancia
y fanatismo porque el ser humano va aprovechando cada vez en mayor escala su
cerebro para captar correctamente el universo y, por consiguiente, debe ser
para vivir y dejar vivir. Los dioses son una creación relativamente moderna;
llegan cuando hay que justificar el bárbaro despojo que unos hacen a otros y el
monoteísmo vino cuando los más audaces pretendieron hacerse, ellos solos, amos
del mundo. Si las religiones nacieron porque lo permitió la ignorancia, los
cultos se fundaron para satisfacer la avaricia o justificarla.
En
nuestro tiempo la ciencia va, siguiendo el camino de los sabios, enseñando a
liberarse de la superstición religiosa. El sabio lucha contra el engaño aunque,
a veces, desesperado por la lentitud de la evolución humana, diga, como Albert
Einstein: “La estupidez humana es algo que no tendrá fin”. Hace poco más de dos millones de años la
naturaleza permitió que el hombre (homo sapiens) habitara este planeta. Vino a
ser el mayor depredador y esto le ha permitido adueñarse de todo, extinguir
muchas especies y llegar a ser el único animal asesino de su propia especie. Para
eso se ha valido de muchos recursos a su mano no siendo el menor el poder de
eliminar a sus semejantes. La religión le ha ayudado en esta tarea eficazmente
aún, a veces, asesinando a los de su propio credo como en el caso de la Iglesia
Católica contra los albigenses (de Albi, en el sur de Francia) porque no
pensaban igual que el obispo de Roma; o del obispo español de la diócesis de
Pasto Ezequiel Moreno Díaz quien predicaba:
“Matar liberales no es pecado”, simplemente porque el gobierno
progresista del viejo liberalismo colombiano había gravado las propiedades de
la Iglesia del país con impuestos que antes no pagaba, para que hubiera mejor
justicia.
De
todos modos, el aumento en el abandono de la religión, significa que el ser
humano va avanzando más en la ciencia y en el uso de mayor parte de su cerebro.
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