Triunfo de la terquedad
Hermógenes Cajiao tenía fama de ser el hombre más terco
de Popayán. Satírico en sus escritos que firmaba “Aldeano”, exéntrico en la
manera de vestir, crítico de la sociedad y amigo de vivir ajeno a la vida común
y corriente que llevaban sus conciudadanos. En 1857 comenzó a desempeñarse como Secretario de la
Universidad del Cauca y más tarde fue profesor en la carrera del Derecho, su
profesión. No le preocupaba su vestimenta, a veces de aspecto que producía risa
y una vez cuando su pariente el médico Domingo Cajiao Caldas le preguntó si no
le daba pena andar con esa indumentaria Hermógenes le contestó: “para la
sociedad en que vivo ando muy bien vestido”. De ideas liberales, no simpatizaba
con el ultraconservador Carlos Albán Estupiñán, quien era “raquítico y feo” y
así, una vez que se encontraron en la calle, Cajiao se negó a darle la acera,
como era costumbre de cortesía por aquellos tiempos, y le dijo: “los cochinitos
a la humedad”, a lo cual contestó Albán:
“y los alacranes a la pared”, y le dio paso. Cuando murió Cajiao, en 1904,
Guillermo Valencia habló en el cementerio exaltando su inteligencia, su labor y
su prestigio ganado hasta en el orden nacional. Estando ya para morir su
familia le recordó que debía recibir los sacramentos, como era entonces costumbre. “Que me traigan
al padre Falla” (Alcides Falla, canónigo de la Catedral). Urgentemente se buscó
al mencionado sacerdote pero no se encontró quizás por no hallarse en esos días
en la ciudad. Con la terquedad que lo caracterizaba, Cajiao insistió en que fuera el padre Falla.
Su familia, in extremis, buscó al padre Berlamino Mercado. (Administrador del
Cementerio), pero el moribundo dijo que si no era con el que había dicho no
recibía los sacramentos ni se confesaba. Le dijeron entonces que si no lo hacía
no se podía enterrar en el cementerio católico; a lo que respondió Cajiao “no
me enterrarán, pero me les meto”, y murió. Fue enterrado en lugar exterior al
cementerio católico junto al muro que daba al panteón bendecido por la Iglesia.
Al año siguiente, precisamente el Presbítero Mercado hubo de ampliar el
cementerio corriendo el límite unos dos metros,
y … se les metió.
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