viernes, 15 de marzo de 2013

UN SANTO DE LA IGLESIA DE GUIDO ENRIQUEZ


UN SANTO DE LA IGLESIA
Guido E. Enríquez Ruiz
En 1898 llego a Pasto un español a quien el entonces vicepresidente de Colombia Miguel Antonio Caro había hecho nombrar obispo para que le colaborara en la persecución que el partido conservador, desde el gobierno, llevaba con saña y rabia contra el partido liberal por ser éste, en aquellos tiempos, abanderado de la justicia para todos, de la educación para el pueblo, de la libertad de prensa, de opinión, de enseñanza y de cultos. Algunos años antes el partido liberal en el poder y  representado por jefes como Tomás Cipriano Mosquera, José Hilario López, Manuel Murillo Toro y Eustorgio Salgar, presidentes que fueron de la República, había buscado que Colombia fuera para todos los colombianos, con un mejor reparto de la riqueza y de las oportunidades, la supresión de odiosos privilegios, la equidad en el régimen contributivo, la democratización de la enseñanza, el respeto a todos los ciudadanos y un digno régimen de libertades ciudadanas. Todo esto le ocasionó al Liberalismo el odio de la Iglesia Católica y, de contera, del partido Conservador, que ha sido el de la secta religiosa dominante en Colombia. Es de notar que el pueblo raso no distinguía ideología política ninguna y que, como ovejas, seguía a los jefes; todos, además, eran católicos  e igualmente pagaban diezmos y primicias, daban la limosna en las misas dominicales y, siempre obligados por la Iglesia, muchas veces legaban a ésta todos sus bienes cuando morían.  Sin embargo y a sabiendas de que así era, el agustino Ezequiel Moreno Díaz, obispo de Pasto desde 1898, tenía la misión, y la asumió con mucho gusto, de ayudar a exterminar a los que se llamaban liberales, pues decía Caro que la mayoría de ellos en Tumaco e Ipiales era un peligro para la mayoría conservadora de Pasto y Túquerres. El obispo, fiel a su cometido, se empeñó en una despiadada persecución a los liberales aunque sin dejar de reclamarles y recibirles diezmos, primicias, ofrendas y hasta legados. Predicaba desde el púlpito, en tiempos en que la Iglesia tenía gran crédito en el pueblo ignorante, que “matar liberales no es pecado” y así fue el autor intelectual de horribles matanzas aprovechando la impunidad que en esos tiempos había para esta clase de individuos. Hablaba de la “defensa de la Religión” porque un gobierno liberal había asignado impuestos  a las numerosas y grandes propiedades de la Iglesia que antes no tributaban; y otros enormes despropósitos, como afirmar que el gobierno del Ecuador, que representaba el liberal Eloy Alfaro, era, por ser liberal, un peligro para Colombia y además pidió al presidente Manuel Antonio Sanclemente una considerable suma “para combatir a Alfaro”. Con el fin de “exterminar a los liberales” puso a la orden de los conservadores el dinero de la diócesis que en esos días de fanatismo era de muy buen caudal. Una de las víctimas de este sanguinario promotor de la violencia  fue el célebre caucano Avelino Rosas, luchador en Colombia por las libertades ciudadanas y en Cuba en favor de la independencia de la isla, a quien especialmente odiaba el español Moreno por estas dos circunstancias. El general Avelino Rosas fue asesinado por partidarios del obispo en Puerres (Nariño) el 18 de septiembre de 1901, a los gritos de “Viva el Sagrado Corazón de Jesús y la Virgen de las Mercedes”. A este criminal instigador de la violencia en Colombia lo encumbró al rango de santo de la Iglesia el papa polaco Juan Pablo II. Sobran los comentarios.

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