UN
SANTO DE LA IGLESIA
Guido
E. Enríquez Ruiz
En 1898 llego a Pasto un español a
quien el entonces vicepresidente de Colombia Miguel Antonio Caro había hecho
nombrar obispo para que le colaborara en la persecución que el partido
conservador, desde el gobierno, llevaba con saña y rabia contra el partido
liberal por ser éste, en aquellos tiempos, abanderado de la justicia para
todos, de la educación para el pueblo, de la libertad de prensa, de opinión, de
enseñanza y de cultos. Algunos años antes el partido liberal en el poder y representado por jefes como Tomás Cipriano
Mosquera, José Hilario López, Manuel Murillo Toro y Eustorgio Salgar,
presidentes que fueron de la República, había buscado que Colombia fuera para
todos los colombianos, con un mejor reparto de la riqueza y de las
oportunidades, la supresión de odiosos privilegios, la equidad en el régimen
contributivo, la democratización de la enseñanza, el respeto a todos los
ciudadanos y un digno régimen de libertades ciudadanas. Todo esto le ocasionó
al Liberalismo el odio de la Iglesia Católica y, de contera, del partido
Conservador, que ha sido el de la secta religiosa dominante en Colombia. Es de
notar que el pueblo raso no distinguía ideología política ninguna y que, como
ovejas, seguía a los jefes; todos, además, eran católicos e igualmente pagaban diezmos y primicias,
daban la limosna en las misas dominicales y, siempre obligados por la Iglesia,
muchas veces legaban a ésta todos sus bienes cuando morían. Sin embargo y a sabiendas de que así era, el
agustino Ezequiel Moreno Díaz, obispo de Pasto desde 1898, tenía la misión, y
la asumió con mucho gusto, de ayudar a exterminar a los que se llamaban
liberales, pues decía Caro que la mayoría de ellos en Tumaco e Ipiales era un
peligro para la mayoría conservadora de Pasto y Túquerres. El obispo, fiel a su
cometido, se empeñó en una despiadada persecución a los liberales aunque sin
dejar de reclamarles y recibirles diezmos, primicias, ofrendas y hasta legados.
Predicaba desde el púlpito, en tiempos en que la Iglesia tenía gran crédito en
el pueblo ignorante, que “matar liberales no es pecado” y así fue el autor intelectual
de horribles matanzas aprovechando la impunidad que en esos tiempos había para
esta clase de individuos. Hablaba de la “defensa de la Religión” porque un
gobierno liberal había asignado impuestos
a las numerosas y grandes propiedades de la Iglesia que antes no
tributaban; y otros enormes despropósitos, como afirmar que el gobierno del
Ecuador, que representaba el liberal Eloy Alfaro, era, por ser liberal, un
peligro para Colombia y además pidió al presidente Manuel Antonio Sanclemente
una considerable suma “para combatir a Alfaro”. Con el fin de “exterminar a los
liberales” puso a la orden de los conservadores el dinero de la diócesis que en
esos días de fanatismo era de muy buen caudal. Una de las víctimas de este
sanguinario promotor de la violencia fue
el célebre caucano Avelino Rosas, luchador en Colombia por las libertades
ciudadanas y en Cuba en favor de la independencia de la isla, a quien
especialmente odiaba el español Moreno por estas dos
circunstancias. El general Avelino Rosas fue asesinado por partidarios del
obispo en Puerres (Nariño) el 18 de septiembre de 1901, a los gritos de “Viva
el Sagrado Corazón de Jesús y la Virgen de las Mercedes”. A este criminal
instigador de la violencia en Colombia lo encumbró al rango de santo de la
Iglesia el papa polaco Juan Pablo II. Sobran los comentarios.
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