martes, 22 de enero de 2013

EL ÚLTIMO CUPLÉ


El último cupléGloria Cepeda Vargas


En este momento se levanta el telón para dar paso  al último acto de esta comedia que va para largo en Venezuela. Guillermo Cochez, embajador de Panamá ante la Organización de Estados Americanos  y su par venezolano Roy Chardeston,  protagonizaron en Sesión Ordinaria del Consejo Permanente  de la OEA, un round que se las trae, cada uno en su esquina y con su estilo.

Hasta donde sé, la OEA es un organismo internacional panamericanista de ámbito continental instituido para fortalecer la paz, consolidar la democracia y apoyar los derechos humanos. En consecuencia, durante su exposición el hoy ex embajador panameño, se limitó a cumplir con su deber. Reprobó la decisión del  Secretario General de la organización, quien al avalar lo ocurrido en Venezuela durante las últimas elecciones presidenciales, “Se hizo cómplice de lo que sucedió el 10 de enero convalidando una serie de eventos sin ningún fundamento legal o ético”. Es decir, exhortó a la OEA y al señor Insulza a cumplir con lo estipulado en la Carta Democrática Interamericana. La suya fue una intervención ajustada a derecho, digna de un funcionario responsable y de un hombre de honor.

¡Quién dijo miedo!  Chardeton, crepitante de fervor bolivariano, demostró ante los ojos asombrados o cínicos del mundo (todo es según el color del cristal con que se mire) ser un profesional aventajado del nuevo talante que hace escuela en el país: “Usted es un patán”, ripostó “Usted no es un caballero”, para concluir con este  argumento pleno de originalidad: “Nadie se lo ha dicho pero yo se lo digo: ¡usted es muy mal pintor! (?). Los demás asistentes al convite callaron con excepción de los representantes de Paraguay y Canadá. A continuación la cancillería de su país destituyó a Cochez por sus declaraciones “inconsultas”, hizo  pública profesión de fe  en “la democracia venezolana” y colorín colorado que este cuento se ha acabado.

Lo ocurrido   se olvidará pronto. Seguirán  Alba, Mercosur, Petrocaribe y demás espejismos propios de estos mercados con nombre propio en que se ha convertido la región, levantando o agachando el dedo cuando suene el tambor. Pasarán  el cierre pupilar y papilar  del auditorio y lo soez de la inesperada reacción de Chardeston. Solo quedará la solitaria y valiente actitud asumida por el representante de un pequeño país frente a una manada hostil e indigna de estar sentada ahí. “Cosas veredes Sancho”, dijo a su escudero el loco más cuerdo de Castilla y se quedó corto.       
        

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