El último cupléGloria Cepeda Vargas
En este
momento se levanta el telón para dar paso al último acto de esta comedia que va para
largo en Venezuela. Guillermo Cochez, embajador de Panamá ante la Organización
de Estados Americanos y su par venezolano Roy
Chardeston, protagonizaron en Sesión Ordinaria
del Consejo Permanente de la OEA, un
round que se las trae, cada uno en su esquina y con su estilo.
Hasta donde
sé, la OEA es un organismo internacional panamericanista de ámbito continental
instituido para fortalecer la paz, consolidar la democracia y apoyar los derechos
humanos. En consecuencia, durante su exposición el hoy ex embajador panameño,
se limitó a cumplir con su deber. Reprobó la decisión del Secretario General de la organización, quien
al avalar lo ocurrido en Venezuela durante las últimas elecciones
presidenciales, “Se hizo cómplice de lo que sucedió el 10 de enero convalidando
una serie de eventos sin ningún fundamento legal o ético”. Es decir, exhortó a
la OEA y al señor Insulza a cumplir con lo estipulado en la Carta Democrática Interamericana.
La suya fue una intervención ajustada a derecho, digna de un funcionario
responsable y de un hombre de honor.
¡Quién dijo
miedo! Chardeton, crepitante de fervor
bolivariano, demostró ante los ojos asombrados o cínicos del mundo (todo es
según el color del cristal con que se mire) ser un profesional aventajado del
nuevo talante que hace escuela en el país: “Usted es un patán”, ripostó “Usted
no es un caballero”, para concluir con este
argumento pleno de originalidad: “Nadie se lo ha dicho pero yo se lo
digo: ¡usted es muy mal pintor! (?). Los demás asistentes al convite callaron
con excepción de los representantes de Paraguay y Canadá. A continuación la
cancillería de su país destituyó a Cochez por sus declaraciones “inconsultas”,
hizo pública profesión de fe en “la democracia venezolana” y colorín
colorado que este cuento se ha acabado.
Lo ocurrido se
olvidará pronto. Seguirán Alba,
Mercosur, Petrocaribe y demás espejismos propios de estos mercados con nombre
propio en que se ha convertido la región, levantando o agachando el dedo cuando
suene el tambor. Pasarán el cierre
pupilar y papilar del auditorio y lo
soez de la inesperada reacción de Chardeston. Solo quedará la solitaria y
valiente actitud asumida por el representante de un pequeño país frente a una
manada hostil e indigna de estar sentada ahí. “Cosas veredes Sancho”, dijo a su
escudero el loco más cuerdo de Castilla y se quedó corto.
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