viernes, 18 de enero de 2013

SETENTA AÑOS NO SON NADA




HORACIO DORADO G.
horaciodorado@hotmail.com

Setenta años no son nada

Nunca he mentido sobre mi edad, y ahora no puedo 
esconderla porque mis canas me delatan, ambas las merezco
¡No tengo por qué ocultarlas! 
Los miles de gratos recuerdos que he ido atesorando llenos 
de energía, con la cabeza funcionando a la perfección, 
me hacen hoy más feliz con la llegada de ese cumpleaños. 
Equivocados  quienes piensan que ancianidad es 
sinónimo de infelicidad. 
El ciclo de vida no es la montaña con el descenso en picada, sino la “U” en la que hay un cambio de rumbo hacia arriba. 
De allí en adelante todo es utilidad, porque para los vejetes
la expectativa es cumplir más años y eso genera mucha tranquilidad, mientras que los jóvenes están empezando a vivir 
por eso viven ansiosos. 
Se es más feliz pensando que se acerca  a la muerte. 

Los viejos tenemos más claridad que los jóvenes del tiempo 

que nos queda de vida, 
por ello vivimos mejor el presente.
Somos felices porque nos agrada oír la música 
de bambucos, pasillos, torbellinos, bundes 
rasgados en un buen tiple y una bien tocada guitarra. 
No importa que para sentarnos pidamos a los nietos ayuda 
para cruzar las piernas. 
Ni que en una rumba en el jardín, nos interesen más las 
flores y las matas, convertidas en la 
parte más  importante de  la fiesta.  
Ni que buscando en la radio la estación movamos el dial hasta 
encontrar no la música más  suave, sino las 
noticias y que si nos  quedamos dormidos con la radio 
encendida, la familia se preocupe tanto, 
hasta creer que podamos estar muertos. 

Nos agrada que  la EPS que nos paga la mesada nos mande 
mes a mes un calendario de cortesía haciéndonos 
firmar el  recibí. 
Que en  las cafeterías nos quejemos de su gelatina 
por ser muy dura. 
Que el sillón de la casa tenga más opciones que salir en automóvil,  porque ni a pie lo hacemos por el temor de los varios intentos
 para tratar de pasar de un andén a otro. 
Que nos cansemos caminado las escaleras hacia abajo, llegando
 a la conclusión de que el peor enemigo es la gravedad.
Que cuando empezamos las  oraciones  lo hagamos diciendo:
 "En esta época..."  
Que volteemos a ambos lados antes de cruzar un salón. 
Que el número de la licencia de conducción  tenga dos dígitos 
y el de la cédula de ciudadanía seis. 
Que cuando nos llaman por teléfono a las 8:00 de la noche, 
nos  pregunten ¿Te desperté?  
Que no importa que nuestra boca 
prometa cosas  que el cuerpo no  puede cumplir. 
Que al preguntarnos el mesero cómo queremos la carne:
 tres cuartos o medio, contestamos: "molidita". 
Que nuestros juguetes de la infancia sean hoy  de museo.  
Que la ropa que guardamos hace años, ahora esté  
de moda otra vez.
Que todas las  películas clásicas y favoritas hayan salido a color. 
Que ahora nos salga más pelo en la nariz y en las orejas que
 en la cabeza.
Que el auto que compramos nuevo, ahora sea 
de colección.  
Finalmente, no importa que ahora estemos en la edad de las
 tres “P”: pantuflas, periódicos y pedos. 

Civilidad: Edad dorada en  la que nos sentimos jóvenes, 
pero más usados.


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